“El Camino”


   En el discurso esotérico se reitera hasta la saciedad el sonsonete de que el adepto debe recorrer el camino pero ¿Qué es el camino? ¿Dónde está? Nadie nos lo dice. Se limitan a repetirnos: ¡Si quieres ver, emprende el camino! Emprendamos pues el camino pero como si se tratara de una excursión didáctica y vista la confusión, Élite Esotérica quiere hacer algunas consideraciones previas.

Antes de salir al camino tenemos que aprender a ver, a mirar, a mirarnos o dicho con más propiedad, aprender a vernos. Será la única forma de encontrar el camino.

   En las lenguas europeas derivadas del latín, ver y caminar son en su origen verbos sinónimos. Ir o marchar hace unos siglos tenía el mismo significado que mirar. Seguimos empleando la palabra consideración por miramiento: el antiguo resguardo o resguardamiento castellano o catalán. En francés, el equivalente es el regard: tener consideración.

En latín el camino es vía y cuando uno hacía camino, veía. De este ver por caminar, hoy nos queda viajar: hacemos vía, vemos, es decir, caminamos o nos desplazamos. En francés, la vía pública es la voirie y al hombre sin domicilio, al vagabundo se le llama voyou y en la misma lengua el que mira es un voyeur, un mirón.

   Todas estas consideraciones lingüísticas para volver al principio, al camino. Recorrer el camino significa ver. Vernos a nosotros mismos. Reconocernos o recorrernos.

   Emprender el camino supone abrir los ojos del corazón a nosotros mismos pero ¡Cuidado! Emprender el camino de entrada supone una dolorosa constatación: la comprobación de que toda forma de autoridad moral, intelectual y religiosa está contra el “caminante”. Como compensación, la actitud psíquica de la persona que emprende la aventura de conocerse a sí misma, determina en su fisiología un notable afinamiento de todas sus funciones.

   “Aquello que existe a través de sí mismo es lo que se llama Camino”, dice la Flor Dorada, el libro de la sabiduría tibetana.

En el Tao, “camino y cabeza” son sinónimos. La pista no puede ser más clara pero la cabeza o la mente, el Tao la entiende siempre según un sentido dinámico. La deducción por tanto es obvia: es la mente, que habremos abierto antes con nuestra mirada interior, la que recorre el Camino.

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